LEJANA PRIMAVERA
...Pero ahora es el fuego
el que apaga las aguas
de mi búsqueda; el río
de llamadas; los pasos
perdidos en polígonos, mercados,
ferias, bares, calles,
campos, centros comerciales,
periódicos, cristales,
farolas, aceras, locutorios...
Hace tiempo que vino
sin aviso y se ha quedado
y permanece y sigue
sin moverse, conmigo,
y a veces...
me
precipita
como raíz profunda,
como pólvora triste
como un lento dolor,
hacia el cansancio de la desesperanza.
Entre cuatro paredes
desviven mis ansias y sus horas
labrando mi tierra y sus silencios,
sin pulir otro metal
que aquél día, y éste, y otro
día buscando sentir
de nuevo la dicha
del trabajo, cualquier
trabajo bien hecho.
Sigo sembrando de sal y sombras los caminos
porque, mientras espero, oigo crecer
profunda y fuerte, lejana aún, la primavera.
EL SAUCE DEL DOLOR
-Once millones de rostros
están
cruzando el umbral de
la pobreza
mientras recorres
estos versos...
Déjame que te cuente,
amigo,
que hoy mismo, de cien
europeos
parados, noventa y cinco
son
griegos, portugueses o
españoles.-
El sauce del dolor crece
entre las aceras y en mitad de las calles
y los contenedores de los supermercados
a las ocho y media de tus noches
de acecho a las bolsas de sobras
que desbordan nuestros ojos
y nos queman la cara como el océano
de nuestra impotencia.
El sauce del dolor no se aparta
de la cola del paro ni las filas de cáritas;
y en las noches sin techo, las estrellas,
sus ramas, se extienden sobre miles
de cajeros y puentes y portales
donde hambre y el frío y el insomnio
arropan nuestros sueños.
El sauce del dolor lleva todos los nombres
escritos en sus hojas caídas
al sur de nuestro llanto roto
perdido, infinito en la noche perdida...
Siempre al sur donde esperamos
nos nazca la
esperanza.
Autor
Gabriel Hernández
Molero
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